Ante la epidemia de opioides y fentanilo en Estados Unidos, algunas cínicas experimentales en México ofrecen una alternativa prohibida por la FDA: tratar adicciones severas mediante la ingesta de ibogaína, un alucinógeno potentísimo que interrumpe la toxicodependencia.
La ibogaina, un alucinógeno derivado de una planta africana, se ha comercializado recientemente en México como un “reseteo” para tratar adicciones. La experiencia de consumirla ha sido descrita como aterradora, pero ha mostrado resultados. Algunos expertos advierten que su uso conlleva graves riesgos para la salud y que su tasa de éxito es incierta.
Según el Dr. Juan Ramírez, especialista en ibogaína, “La tasa de éxito del tratamiento con ibogaína es realmente impresionante, con un promedio del 70% de los pacientes que logran mantenerse sobrios después de una sola ingesta.” Estos resultados son mucho más altos que Narcóticos Anónimos.
“La ibogaina es potencialmente mortal y puede causar arritmias cardíacas, convulsiones e incluso la muerte”, advierte el Dr. Ramón Reyes, toxicólogo clínico. “No hay estudios sólidos que respalden su eficacia y los pacientes suelen recaer después del tratamiento”.
Sin embargo, el tratamiento con ibogaína acarrea riesgos. Sólo una muerte, al menos registrada en los medios, ha ocurrido en un contexto terapéutico en México, y es la de un caso anónimo en la clinica Beond, en Cancún, propiedad de Tim Feegel, un alto ex-ejecutivo de EU.
Los costos del tratamiento con ibogaína en México oscilan entre $4,000 y $25,000 dólares, dependiendo de la clínica: hay desde centros austeros en Rosarito, hasta lujosas mansiones de retiro en la riviera maya.
