México vive una contradicción inquietante: los homicidios dolosos han disminuido, pero las desapariciones forzadas van en aumento.
Datos oficiales confirman que hay una reducción de muertes violentas de hasta 25.8% entre 2024 y 2025, pasando de 86.9 a 64.5 víctimas diarias. Sin embargo, las desapariciones han aumentado un 9% en el mismo período, con 125,803 casos registrados hasta marzo de 2025, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO). Esta disparidad plantea preguntas sobre la verdadera naturaleza de la violencia en el país.
Organismos civiles como Causa en Común advierten que la caída en homicidios podría ser engañosa. La reclasificación de delitos, como registrar homicidios dolosos como culposos o “otros delitos contra la vida”, infla las estadísticas de desapariciones. En la Ciudad de México, por ejemplo, los homicidios bajaron 40% entre 2019 y 2024, pero las desapariciones crecieron un alarmante 200%.
La hipótesis de que los cárteles ocultan asesinatos mediante incineraciones o narcofosas gana fuerza. Al no hallarse los cuerpos, las muertes no se registran como homicidios, sino como desapariciones, lo que podría explicar la discrepancia. Esta práctica, aunque no está cuantificada para 2024-2025, es un método conocido de los grupos criminales para evadir la justicia.
La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos en 2025 ha añadido un nuevo factor. Su declaración de los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas y las medidas contra el fentanilo han presionado a estos grupos, que podrían estar optando por métodos más discretos, como las desapariciones, para mantener el control sin atraer atención.
La política de “América Primero” de Trump, con aranceles del 25% y el programa “Quédate en México”, tensa las relaciones con el gobierno de Claudia Sheinbaum, que insiste en la cooperación sin injerencias. Aunque México ha intensificado decomisos de drogas, el flujo de armas desde Estados Unidos sigue alimentando la violencia de los cárteles.
Esta dinámica sugiere que la reducción de homicidios no necesariamente refleja un país más seguro. Las desapariciones, que crecen a un ritmo de 57.6 casos diarios, son un recordatorio de que la violencia se transforma, no desaparece. Las familias de las víctimas, atrapadas en la incertidumbre, son el rostro humano de esta crisis.
La presión internacional de Estados Unidos podría estar empujando a los cárteles a prácticas más encubiertas, pero el problema de fondo persiste: la demanda de drogas en el norte y el tráfico de armas hacia el sur. Sin abordar estas causas, las desapariciones seguirán siendo la sombra de una supuesta mejora en la seguridad.