La visita de Marco Rubio a México en septiembre de 2025 fue un éxito político tanto para la presidenta Claudia Sheinbaum como para el secretario de estado y consejero de seguridad de EU, al proyectar una imagen de cooperación en seguridad y respeto mutuo. Sin embargo, la sinceridad de Rubio es cuestionable, dado a su oportunismo político y su historial de cambios abruptos en acuerdos con países aliados.
En un contexto de tensiones globales, marcado por las tarifas de Trump y el ataque a una embarcación venezolana que mató a 11 personas sin pruebas de nada, México debe ser extremadamente cauteloso. La reunión, aunque festejada por la inmensa mayoría de analistas, deja interrogantes sobre las intenciones de EU y del mismo Rubio.
El comunicado conjunto destacó la creación de un grupo de alto nivel para coordinar esfuerzos contra el narcotráfico, pero los detalles sobre el intercambio de inteligencia son vagos. Sheinbaum ha subrayado que cualquier cooperación debe respetar la soberanía mexicana, insistiendo en que la inteligencia compartida se limite a información obtenida en cada territorio, salvo acuerdo mutuo. La opacidad de Rubio sobre cómo se implementará este intercambio genera dudas, especialmente tras su defensa del ataque en el Caribe, que careció de transparencia. México debe exigir claridad para evitar que la inteligencia compartida se use para justificar acciones unilaterales.
El posible entrenamiento de elementos mexicanos por militares estadounidenses, mencionado como una herramienta para detectar túneles transfronterizos, también carece de especificidad. Sheinbaum dejó claro que cualquier capacitación debe realizarse en México y bajo su control, rechazando cualquier presencia militar extranjera. Sin embargo, la disposición de Rubio a normalizar ataques como el de Venezuela, sugiere que Estados Unidos podría reclamar una mayor injerencia. México debería establecer límites estrictos para evitar que este entrenamiento derive en una dependencia de instructores estadounidenses o en una violación de su autonomía.
Las tensiones globales, exacerbadas por Trump, enmarcan el tema de la seguridad en un contexto de coerción económica. Aunque México logró una pausa de 90 días en aranceles del 30% sobre sus exportaciones en julio, la amenaza persiste. Rubio evitó comprometerse a resolver estas barreras, limitándose a declaraciones vagas sobre la prosperidad bilateral. Esta ambigüedad, junto con su historial de apoyar sanciones duras, plantea el riesgo de que la cooperación en seguridad sea una moneda de cambio para concesiones económicas. México debe negociar con firmeza para proteger su economía.
El ataque a la embarcación venezolana, ordenado por Trump y defendido por Rubio, refleja una escalada militar que podría extenderse a México, especialmente tras la designación de cárteles mexicanos como organizaciones terroristas. Rubio justificó la acción como una respuesta a una “amenaza inminente”, pero su falta de transparencia alimenta la desconfianza.
Sheinbaum ha fortalecido su posición al intensificar la lucha contra los cárteles, con operativos como Frontera, que ha resultado en miles de detenciones y decomisos de fentanilo. El éxito político de la reunión radica en la habilidad de Sheinbaum para proyectar una relación de igualdad y en el reforzamiento, por parte de Rubio, de una cooperación “histórica”. La creación del grupo de alto nivel es un buen paso, siempre que no se convierta en un mecanismo de presión más que de colaboración.
La desconfianza hacia Rubio se basa en hechos reales, como su apoyo a sanciones contra Venezuela, Cuba, Irán, sus cambios de postura para beneficio personal y de sus donantes, así como traiciones a acuerdos a lo largo de toda su carrera. Sheinbaum y su gabinete tienen que estar siempre alertas.