Las decisiones del presidente de Estados Unidos, el racista y misógino delincuente de guerra Donald Trump, han fortalecido la postura agresiva del estado sionista y genocida de Israel, emprendiendo una guerra abierta con Irán y provocando una tercera guerra mundial.
El apoyo incondicional e histórico de Washington a Israel, especialmente en su enfrentamiento con Irán, ha socavado la estabilidad de todo Medio Oriente. Este respaldo incluye la venta de armas avanzadas al régimen sionista, como bombas guiadas de precisión, y el veto a resoluciones de la ONU que condenan acciones israelíes, como los bombardeos en Líbano y Siria en 2024, pero sobre todo el actual genocidio en Gaza.
Las malas decisiones de Trump, influenciadas por los neoconservadores del partido republicano, se remontan a su salida del acuerdo nuclear con Irán (JCPOA) en mayo de 2018. Esta decisión, seguida de la imposición de sanciones económicas severas, como la prohibición de exportaciones de petróleo iraní, buscaba debilitar a Teherán, pero tuvo el efecto contrario. Irán incrementó su enriquecimiento de uranio al 60% para 2020, acercándose al nivel necesario para armas nucleares, y fortaleció su alianza con grupos como Hezbolá.
La política de “máxima presión” de Trump aisló a Estados Unidos de aliados europeos, que continuaron apoyando el JCPOA, y dio a Irán argumentos para rechazar negociaciones, complicando la diplomacia hasta 2025.
Estados Unidos tiene un doble estándar en su política exterior. Mientras condena a Irán por su apoyo a milicias en Irak y Yemen, ignora las acciones de Israel, como el ataque a la embajada iraní en Damasco en abril de 2024, que mató a 16 personas, incluidos siete oficiales iraníes. Este sesgo, evidente durante la administración Trump, se atribuye a la influencia de lobbies proisraelíes y a la alianza con Arabia Saudita, que Trump reforzó con acuerdos de armas por $110 mil millones en 2017. Esta postura ha dañado la credibilidad de Estados Unidos como mediador, alimentando percepciones de hipocresía entre los países árabes.
Otro punto clave es la falta de estrategia a largo plazo en las políticas de Trump y sus sucesores. La retirada del JCPOA no incluyó un plan alternativo para contener el programa nuclear iraní, y las sanciones solo endurecieron la postura de Teherán, que para 2025 ha expandido sus capacidades de misiles balísticos.
La dependencia de medidas coercitivas, en lugar de diplomacia, ha limitado las opciones de Estados Unidos, dejándolo vulnerable ante una posible escalada. Los ejercicios militares conjuntos de Israel y Estados Unidos en 2024, simulando ataques a Irán, han elevado las tensiones sin ofrecer una solución viable.
El apoyo ciego a Israel y la hostilidad hacia Irán de la administración trumpista, podría desencadenar un conflicto regional devastador. La retórica beligerante de Washington, junto con la falta de diálogo con Teherán, ha reducido el espacio para negociaciones. En 2025, con Irán más cerca de capacidades nucleares y Israel intensificando sus operaciones, Estados Unidos enfrenta el riesgo de ser arrastrado a una guerra sin una estrategia clara, un escenario atribuido a decisiones cortoplacistas y a la pésima gestión trumpista.