Como ave de mal agüero, la llegada de Trump a la Casa Blanca viene acompañada de una serie de amenazas a la economía mexicana que, quizá en otro contexto serían evitables o lejanas, pero que hoy se están materializando en calificadoras y encuestas a CEOs internacionales.
Un mensaje en su red social Truth Social bastó para subir el precio del dólar 2% y movilizar al gabinete y a los principales empresarios del país. Ese mismo mensaje provocó en Canadá una ansiedad presidencial que se manifestó en una visita flash que causo burlas en su país por abyecto.
Las calificadoras Moddy’s y HR Ratings bajaron la expectativa de crecimiento y redujeron la calificación de la deuda mexicana, la OCDE también redujo esa perspectiva de 1.4 a 1.2% y el escenario fiscal no parece que vivirá un día de campo el próximo año.
Los compromisos por pensiones, programas sociales, inversiones públicas anunciadas y el cumplimiento de la deuda, dejarán al gobierno con espacio muy reducido de acción y terminarán de asfixiar los presupuestos de estados y municipios.
La crisis fiscal ya llegó y la expectativa de la SHCP de una recaudación elevada supone un crecimiento de 2 a 3% del PIB que “ni yendo a bailar a Chalma” se logrará.
Un escenario que parece complejo por la inercia de decrecimiento global que está afectando a Europa, por la falta de energía y baja producción, que sustituye China, afecta también a Brasil, cuya moneda está en caída libre junto con la bolsa y al mundo entero por una narrativa proteccionista que empieza a cobrar fuerza en occidente, ante el agotamiento de la democracia liberal y sus gobiernos de élite.
En México ya se percibe un clima de recesión que se siente en una baja consistente en el consumo privado en los últimos meses. La pregunta es si la presidenta podrá sortear el huracán del norte y mantener la preciada estabilidad que mantuvo el gobierno anterior.