China ha acusado a Israel de crímenes de guerra en la Corte Internacional de Justicia, sumándose a otros 40 países que han denunciado el bloqueo de Gaza como un castigo inhumano. El genocidio palestino viola flagrantemente, ante los ojos de todos, el derecho internacional humanitario. El bloqueo impuesto por Estados Unidos y sus aliados ha generado una catástrofe sin precedentes.
China, que vendió tecnología militar a Israel en el pasado, cambió su postura conforme Israel arreció la masacre. Hasta los años 90, proporcionó equipos como misiles y sistemas de vigilancia. En octubre de 2024, China se negó a vender sistemas de defensa aérea láser al gobierno de Benjamin Netanyahu. Hoy acusa al estado sionista y exige ayuda humanitaria.
China usa también la CIJ para exponer la hipocresía estadounidense. El gobierno de Trump, como el de Biden, ha financiado este genocidio y vetado resoluciones en la ONU. Su complicidad es absoluta.
Estas acusaciones resuenan sólo en la Corte porque en el resto del mundo, Israel bloquea los convoyes sin pudor. La CIJ, incapaz de confrontar este poder, se convierte en un escenario inútil. Las acusaciones de China y otros países señalan verdades incómodas, pero la Corte no puede romper el ciclo de impunidad.
Israel ha cometido Genocidio en Gaza y evade toda responsabilidad. A la fecha, el bloqueo de ayuda humanitaria asfixia a Gaza sin piedad. No hay alimento, ni agua potable, mucho menos medicinas esenciales. Decenas de miles de civiles han muerto. Hospitales, escuelas, hogares están en ruinas. Israel continúa bombardeando sin pausa ni remordimiento.
Israel deshumaniza a los palestinos. Sus vidas no cuentan en su narrativa. Achille Mbembe lo define como necropolítica: Gaza es un laboratorio de muerte controlada. Israel decide quién sobrevive o perece. Un poder colonial que aplasta sin límite.
La CIJ es una farsa institucionalizada, pues pretende impartir justicia, pero carece de autoridad real. Sus opiniones consultivas son meras palabras vacías. Israel las ignora con arrogancia histórica. La Corte perpetúa una ilusión de equidad. Mientras, Gaza arde bajo el peso de la ocupación.
Israel prosigue su limpieza étnica sistemática. El proyecto sionista, intacto desde 1948, reclama la eliminación incremental de palestinos.
La justicia no vendrá de La Haya. Solo la resistencia palestina, el boicot global y la solidaridad radical pueden frenar a Israel. Su colonialismo debe ser desmantelado. Gaza merece vivir libre.