La predecible ruptura entre los poderosos narcisistas Elon Musk y Donald Trump ocurre por estas 5 razones:
Política arancelaria y proteccionismo económico
Musk criticó públicamente los aranceles impuestos por la administración Trump sobre importaciones chinas, especialmente componentes para vehículos eléctricos y afirmó que estos aranceles aumentarían los costos de producción de Tesla, afectando su competitividad. Este enfrentamiento refleja la contradicción entre el capitalismo globalista de Musk, que depende de cadenas de suministro transnacionales, y el proteccionismo nacionalista de Trump, que busca consolidar poder político apelando a la clase trabajadora estadounidense.
Ambos enfoques refuerzan la acumulación de capital en manos de élites, ya sea a través de la deslocalización (Musk) o el populismo económico (Trump), mientras los trabajadores enfrentan precariedad sin beneficios reales de ninguna de las dos posturas.
Eliminación de subsidios a vehículos eléctricos
La administración Trump, en su recientemente aprobada Big Beautiful Bill, eliminó los créditos fiscales de $7,500 para vehículos eléctricos, un pilar clave para las ventas de Tesla. Musk expresó su frustración en X, señalando que esta medida “traicionaba” su apoyo inicial a Trump, quien había prometido respaldar la innovación tecnológica. Trump, en un mitin cubierto por Fox News, justificó la decisión argumentando que los subsidios beneficiaban principalmente a consumidores ricos y empresas como Tesla.
Este conflicto evidencia cómo las alianzas entre élites políticas y empresariales son transaccionales y se rompen cuando los intereses económicos divergen. Musk, representando al capital tecnológico, busca mantener incentivos estatales que maximicen sus ganancias, mientras Trump usa el recorte de subsidios para proyectar una imagen populista, aunque en realidad beneficia a industrias fósiles aliadas. Esto perpetúa un sistema donde el Estado prioriza intereses corporativos sobre necesidades sociales, como la transición energética accesible para las mayorías.
Conflicto de intereses y control de agencias federales
Desde mayo de 2025 surgieron tensiones por el rol de Musk en el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), donde buscó influir en regulaciones de la FAA para agilizar lanzamientos de SpaceX y expandir el uso de Starlink en contratos federales. Trump, según mensajes en Truth Social, se opuso a lo que llamó “interferencia de Musk” en agencias clave, acusándolo de querer “controlar el gobierno desde las sombras”. Publicaciones en X también mencionaron roces por la negativa de Trump a ceder en regulaciones que afectaban los intereses de SpaceX.
Desacuerdos sobre nombramientos clave (NASA)
Trump retiró su apoyo a Jared Isaacman, propuesto por Musk para liderar la NASA, tras presiones de otros aliados políticos. Musk, en un hilo de X, expresó su decepción, subrayando que Isaacman era clave para alinear la NASA con los objetivos de SpaceX, como los contratos para misiones lunares. Trump, en Truth Social, defendió su decisión, afirmando que necesitaba “lealtad total” en la NASA.
Musk busca posicionar aliados en la NASA para garantizar la hegemonía de SpaceX en la exploración espacial, mientras Trump prioriza nombramientos que refuercen su base política. Esto convierte a la NASA en un campo de batalla para intereses privados, marginando su potencial como herramienta para el avance científico en beneficio colectivo.
Ataques personales y narrativas de desinformación
Musk aseguró en X que Trump aparece en los “archivos Epstein”, desatando una tormenta mediática. Trump respondió en Truth Social, amenazando con cancelar contratos federales de SpaceX y acusando a Musk de difundir mentiras para desestabilizarlo. Ambos intercambiaron ataques en redes, con Musk llamando a Trump “dictador” y Trump tildando a Musk de “traidor”.
Al emplear narrativas sensacionalistas, tanto Elon como Trump refuerzan un sistema mediático que prioriza el conflicto personal sobre el análisis crítico de las políticas que afectan a las mayorías.
La ruptura entre Musk y Trump no es solo un choque de egos, sino una manifestación de las tensiones entre diferentes facciones de una clase dominante que compiten por el control del poder político, económico y mediático, utilizando el Estado y las plataformas digitales como herramientas para sus agendas. Este conflicto distrae de las verdaderas consecuencias de sus políticas—desigualdad, desregulación, y erosión del bien común—manteniendo al público atrapado en un ciclo de polarización y espectáculo.