El reciente acuerdo comercial entre EU y la UE, presentado el 27 de julio de 2025 en el campo de golf de Trump en Turnberry, es un trago amargo para la izquierda progresista europea. El acuerdo de Ursula von der Leyen con Donald Trump impone un arancel del 15 % a la mayoría de los productos europeos (automóviles, productos farmacéuticos, semiconductores), al tiempo que compromete a la UE a comprar 750 000 millones de dólares en energía estadounidense e invertir 600 000 millones en Estados Unidos. Para los progresistas, esto no es solo un acuerdo comercial; es una capitulación ante la intimidación de Trump de “América Primero”, que socava la visión de la UE de un orden mundial soberano y multilateral que defienda la justicia social y la acción climática.
Desde la perspectiva de la izquierda radical europea, este acuerdo traiciona principios fundamentales. La UE, que se suponía debía ser un modelo de comercio global equitativo, ha cedido ante las amenazas de Trump de imponer aranceles del 30%, conformándose con un acuerdo que aumenta los costos para los trabajadores y consumidores europeos, a la vez que canaliza la riqueza hacia las industrias estadounidenses. El primer ministro francés, François Bayrou, lo calificó de “día oscuro”, lamentando la sumisión de la UE a una lucha de poder que no logró contrarrestar con fuerza. Los progresistas argumentan que este acuerdo consolida la dependencia del militarismo estadounidense y los combustibles fósiles, marginando el Pacto Verde Europeo y las protecciones laborales con el fin de evitar una guerra comercial.
Las negociaciones revelan un fracaso más profundo: la incapacidad de la UE para resistir las tácticas autoritarias de Trump. El equipo de Von der Leyen, desesperado por evitar el caos económico, aceptó un acuerdo “asimétrico” que deja maltrecha la economía alemana, impulsada por la exportación, y debilita la influencia de la UE en futuras negociaciones, como las que mantiene con Mercosur. La izquierda denuncia la falta de transparencia (no se ha publicado el texto completo) y la marginación de los Estados miembros, como señaló el francés Laurent Saint-Martin, quien instó a una postura más firme. Este acuerdo expone la fragilidad de los ideales progresistas ante el poder desmesurado, dejando a Europa atada a la agenda de Trump.
La izquierda europea debe movilizarse para exigir rendición de cuentas y una reorientación de la política comercial hacia la sostenibilidad y la equidad. Sin un frente unido, la UE corre el riesgo de convertirse en un peón del nacionalismo económico de Trump, sacrificando su espíritu progresista por la estabilidad a corto plazo. Esto no es solo una derrota comercial; es una llamada de atención para un movimiento que debe luchar con más ahínco para proteger su visión de una Europa justa y verde.