El rostro de México después del 2 de junio
El 1 de junio en México se eligió por voto popular a un nuevo Poder Judicial, desde 9 cargos de la SCJN, Tribunal de Disciplina Judicial, Tribunal Electoral, hasta más de 800 juzgados de circuito y de distrito en el ámbito federal y más de 1800 en el ámbito local, en 19 entidades.
La elección de jueces no es nueva ni innovadora, pues en EE.UU. se realiza desde 1862 sin conflicto alguno, como también se eligen en Suiza, Japón o Bolivia. Sin embargo, como todo proceso político, detona narrativas diversas y revela intereses creados, como son los vínculos de jueces salientes con empresarios o grupos delincuenciales o vínculos de jueces entrantes con Morena y el régimen actual.
La oposición, en su soliloquio marginal, hizo un llamado a no votar, argumentando que se trata de la elección más inducida de la historia y efectivamente el 83% de las personas que están en el padrón electoral decidió no hacerlo. Algunos quizá decepcionados de la incipiente reforma, otros alentados por la narrativa opositora y otros, quizá la gran mayoría, desmotivados por la combinación de un sentimiento de lejanía que sienten del poder judicial y una real complejidad que enmarcaba la elección entre tantos perfiles desconocidos.
En contraste, casi 13 millones de personas salieron a votar el domingo, un grupo importante movilizado por la estructura gubernamental vinculada a Morena, lo que refleja el poder y capacidad que dan las pensiones, becas y otros programas sociales y la legitimidad que tiene la Presidenta y el nuevo régimen que convoca genuinamente a un cambio en la estructura del Poder judicial.
La elección de Ministros de la Corte y Tribunales más importantes en el ámbito nacional concluyó como se esperaba, con un cambio notable en la correlación de fuerza hacia Morena, incluso con la posibilidad simbólica de que un abogado indigenista comprometido con el pueblo, pueda presidir la Suprema Corte de la Nación, lo que cambia el rostro de una institución históricamente capturada por un pensamiento conservador.
¿Es cierto que es el fin de los contrapesos? Parcialmente sí, pues quienes integrarán las cortes fueron impulsados por el régimen y le deben su estancia en el cargo a Morena, concretamente a la Presidenta Claudia Sheinbaum, al Presidente del Senado, Adán Augusto López y al Presidente de la Cámara de Diputados, Ricardo Monreal, y por supuesto al Presidente López Obrador, impulsor de esta reforma y líder moral del movimiento.
Sin embargo, no podemos olvidar que la gran mayoría del pueblo de México votó por Morena, por la Presidenta y su lista de Senadores y Diputados, y por tanto, se siente más representada por éste grupo político que por los intereses económicos, extranjeros y de orientación ajena al pueblo, a los que representaba la SCJN y una mayoría de jueces en cascada.
Es por eso que la narrativa opositora de la crisis de la democracia y el Estado de derecho, a pesar de la votación relativamente baja, no penetra en la mayoría de la sociedad, pues el nuevo acuerdo político judicial es parte de un nuevo régimen legítimamente constituido desde 2018.
La calidad de la justicia ha sido tan baja en los últimos años, que un golpe en la mesa judicial como el del domingo se percibe por la mayoría como necesario, independientemente de la baja participación, pues la legitimidad no está en el número de votos, sino en el compromiso que ha demostrado el nuevo régimen impuesto con el pueblo.
El 2 de junio amanece el país sin contrapesos con una derecha muy disminuida y una potencial crisis interna en Morena. Un nuevo tiempo político que nace con la esperanza de que se van a exigir cuentas a los jueces desde la política y se va a reducir la influencia de los ricos empresarios.