Las medidas recientes del gobierno de Estados Unidos contra México —cancelación de visas a funcionarios, amenazas de gravar remesas y el bloqueo de exportaciones de ganado por el supuesto gusano barrenador— se suman a una larga historia de coerción política y reproducen el carácter intervencionista de la política exterior estadounidense.
Bajo el gobierno de Trump en 2025, estas acciones, justificadas en parte por el tráfico de fentanilo, son maniobras tácticas para presionar al gobierno de Claudia Sheinbaum para subordinar a México a los intereses económicos y políticos de Estados Unidos.
La revocación de visas a políticos mexicanos y sus familias es una táctica humillante que apunta a la élite gobernante para forzar concesiones en temas como migración y fentanilo. Es un recordatorio de que Estados Unidos puede castigar selectivamente a quienes no se alineen con sus demandas.
La propuesta de gravar las remesas, que representaron 63 mil 000 millones de dólares para México en 2024, es un ataque directo a las familias trabajadoras mexicanas en EU, usando su sustento como arma política. Esta medida no solo busca presionar al gobierno mexicano, sino también apaciguar a la base electoral de Trump, alimentada por discursos xenófobos.
- La suspensión de importaciones de ganado mexicano, bajo el pretexto del gusano barrenador, es dudosa. México argumenta que EU ha limitado el suministro de moscas estériles necesarias para controlar la plaga, sugiriendo que el bloqueo es una maniobra proteccionista para favorecer a los ganaderos estadounidenses. Esto se suma a los aranceles del 25% a importaciones mexicanas, que podrían reducir el PIB mexicano en 3 puntos porcentuales para 2026 (Fitch Ratings), mientras encarecen bienes para los propios consumidores estadounidenses.
Estas medidas no son solo respuestas al fentanilo o al comercio; son herramientas de un imperio que utiliza su poder económico para doblegar a un vecino más débil, priorizando sus intereses nacionales y electorales sobre la soberanía mexicana.
Historia de coerción e intervencionismo
La relación entre EE. UU. y México ha estado marcada por la coerción desde el siglo XIX, cuando el expansionismo estadounidense despojó a México de más de la mitad de su territorio tras la guerra de 1846-1848. Este acto fundacional de imperialismo sentó las bases de una dinámica desigual que persiste.
Durante la Revolución Mexicana (1910-1920), EU apoyó a facciones que le convenían y ocupó Veracruz en 1914. Más tarde, en la Guerra Fría, presionó a México para alinearse contra el comunismo, a menudo interfiriendo en su política interna a través de la CIA.
La imposición del TLCAN en 1994, presentado como un acuerdo de “libre comercio”, benefició desproporcionadamente a las corporaciones estadounidenses, devastando a pequeños agricultores mexicanos y profundizando la dependencia económica. El T-MEC, aunque renegociado, sigue reflejando esta asimetría: México exportó 466 mil 000 millones de dólares a EU en 2024, pero los aranceles y sanciones muestran que el “libre comercio” es condicional a la sumisión.
- EU ha externalizado su control migratorio a México, como en 2019, cuando Trump amenazó con aranceles para obligar a México a frenar caravanas migrantes. La “guerra contra las drogas”, financiada y dirigida desde Washington, ha militarizado México, dejando más de 400 mil 000 muertos desde 2006.
La retórica de Trump sobre el fentanilo ignora que la crisis de opioides en EU es alimentada por su propia demanda y por las farmacéuticas estadounidenses que promovieron los opioides legalmente durante décadas.
México, bajo Sheinbaum, ha intentado resistir esta presión con llamados al diálogo, rechazo a operaciones militares estadounidenses en su territorio y esfuerzos por diversificar socios comerciales. Sin embargo, la interdependencia económica —74% de los insumos de vehículos mexicanos provienen de EU— limita su margen de maniobra.
La verdadera soberanía requiere romper con este modelo, fortaleciendo la economía interna y las alianzas con el Sur global.