La intención hecha pública de Donald Trump de anexar Groenlandia a Estados Unidos responde a múltiples razones geopolíticas, militares, económicas y energéticas que van más allá de los caprichos del mandatario.
Uno: El control de Groenlandia, región autónoma del reino de Dinamarca, otorgaría a Washington una posición estratégica invaluable en el Ártico, una región que cobra cada vez más relevancia debido al deshielo causado por el calentamiento global. Esto permitiría a Estados Unidos proyectar su poder militar y reforzar su presencia en una zona de creciente importancia para las potencias mundiales.
Dos: La isla alberga la estratégica base aérea de Thule, un enclave clave para las operaciones de misiles balísticos y de alerta temprana. Anexar Groenlandia consolidaría el dominio estadounidense sobre esta instalación crítica en plena carrera armamentista con Rusia y China.
Tres: Groenlandia es un territorio rico en recursos naturales como uranio, zinc, plomo, hierro, oro y diamantes. La codicia capitalista ve una oportunidad de explotación y saqueo de estas reservas por parte de las grandes corporaciones estadounidenses.
Cuatro: la plataforma continental de Groenlandia podría albergar enormes reservas de petróleo y gas natural. Controlar estos recursos energéticos reforzaría la hegemonía de Estados Unidos y su capacidad de presión sobre otras naciones dependientes de los combustibles fósiles.
Este intento de anexión no es más que otro ejemplo del imperialismo depredador de Estados Unidos, ahora mugroseando a Dinamarca.