La amenaza de una intervención militar estadounidense en México resurge con las recientes declaraciones del presidente Donald Trump, quien autorizó ataques del Pentágono contra los carteles del narco mexicanos. Hay un cambio agresivo en la política exterior de EU, ahora más propensa a la guerra. La propuesta de acción militar, posiblemente con drones, despierta temores de violaciones a la soberanía mexicana y desestabilización regional.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha rechazado cualquier presencia militar estadounidense, defendiendo la soberanía y las fuerzas armadas de México. Ataques unilaterales serían considerados una invasión, requiriendo hasta 500 mil soldados para ocupar México, un riesgo con efectos en ciudades estadounidenses. El gobierno de Sheinbaum prioriza estrategias no militares contra los cárteles, con avances como la entrega de varios capos para su extradición.
Omar García Harfuch, secretario de Seguridad, goza de prestigio en círculos estadounidenses por su enfoque basado en datos y colaboraciones previas. Su liderazgo en Ciudad de México redujo el crimen, pero escalarlo nacionalmente enfrenta retos de corrupción y resiliencia de los grupos criminales. Su figura podría contrarrestar la narrativa de Trump sobre un México fallido, aunque una operación con drones—vista como menos invasiva—sigue siendo provocadora. Tales acciones arriesgan bajas civiles y críticas internacionales sin abordar las causas del narcotráfico.
La historia de acuerdos con capos extraditados, como los hijos del Chapu Guzmán y El Mayo Zambada, revela una relación compleja entre EU y México. Estos personajes cooperan selectivamente, pero sus arrestos no desmantelan los cárteles, que se reestructuran rápidamente. Una estrategia de drones no resolvería las raíces económicas y sociales del narco, y podría avivar el sentimiento antiestadounidense, como ocurrió tras intervenciones pasadas que fortalecieron el nacionalismo mexicano.
Las presiones internas que enfrenta Trump actualmente complican su postura. El genocidio en Gaza, la cumbre con Putin en Alaska para resolver la guerra en Ucrania y el escándalo de los archivos de Epstein, ya fracturó el movimiento MAGA. Esta crisis generalizada podrían empujar a Trump a una operación en México para proyectar fuerza.
Trump tiende al exceso, y una intervención en México encajaría en este patrón, arriesgando consecuencias imprevistas. Terrenos urbanos y montañosos complican la eficacia de drones, mientras los cárteles se adaptan con tácticas como túneles. La acción militar priorizaría la imagen sobre resultados, dañando la relación con un vecino clave. Las críticas a intervenciones pasadas, como Irak, sugieren que México podría convertirse en otro error estratégico.
Una operación solo con drones, atractiva para Trump por su bajo costo, no desmantelaría las redes descentralizadas de los cárteles, que prosperan en la corrupción y la pobreza. Ataques aéreos en otros países han generado rechazo, un riesgo mayor en México por su cercanía. Las intervenciones suelen servir a élites, no a la seguridad pública, y un error podría desatar caos fronterizo, con refugiados y violencia hacia el norte.
Sheinbaum apuesta por programas sociales y datos de inteligencia, logrando una caída del 5% en homicidios desde 2024, aunque zonas como Sinaloa siguen volátiles. Su rechazo a la presión estadounidense recuerda la resistencia histórica a injerencias, desde la ocupación de Veracruz en 1914 hasta operaciones de la CIA a lo largo de las recientes décadas. El desafío es equilibrar reformas internas con las demandas de EU, evitando una escalada.
La amenaza de Trump pone a México en una encrucijada. La sabiduría colectiva sugiere que una intervención profundizaría el caos, no lo resolvería. Drones o tropas, el resultado podría repetir fracasos pasados: desconfianza, enemigos fortalecidos y una frontera fracturada.