Un explosivo informe de The Marker en 2025 destapó que los empresarios israelíes Avishai Neriah y Uri Emmanuel Ansbacher sobornaron a Enrique Peña Nieto con 25 millones de dólares para implementar el software espía Pegasus en México.
Este escándalo, revelado por documentos de un arbitraje de 2024, coincide con una nueva ley mexicana de espionaje que busca regular dichas herramientas. Pegasus fue usado por el gobierno de Peña Nieto para vigilar a periodistas y activistas.
Pegasus fue directamente vendido a México por sus creadores: la empresa NSO Group, financiada por la Mossad, la agencia de espionaje del gobierno de Israel, y fundada por Niv Karmi, quien ocupó un alto cargo en dicha agencia.
Neriah y Ansbacher, llegados a México como emisarios de Torá Mitzión, se convirtieron en traficantes de tecnología de vigilancia. Su presunto soborno a Peña Nieto, descrito como una “inversión en una figura de alto rango”, no solo compró contratos, sino poder para espiar sin límites.
El gobierno israelí controla las exportaciones de Pegasus como arma militar. NSO lo vendió por órdenes de la Mossad a países como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Hungría, según el Proyecto Pegasus de 2021. Estos gobiernos usaron el software para espiar a disidentes.
Aunque no hay pruebas de sobornos fuera de México, la red global de NSO pudo haberse servido también de la corrupción de otros países para vender e implementar su software.
Esta conexión con la Mossad enciende alarmas sobre la influencia extranjera en la vigilancia mexicana. ¿Fue Peña Nieto un títere en un juego de inteligencia global?
La nueva ley de espionaje en México, aprobada en 2025, promete controles estrictos tras escándalos como este, pero su efectividad es cuestionable. La ley mexicana ahora exige transparencia, pero no regula a actores que operan en las sombras de la inteligencia global. El caso expone una vulnerabilidad sistémica.
La nueva ley de espionaje busca proteger a ciudadanos, pero ignora cómo empresas como NSO, protegidas por gobiernos como Israel, operan sin freno. Este escándalo trasciende a Peña Nieto y revela el problema global de la vigilancia sin control, alimentada por redes de inteligencia y corrupción.
Mientras México lidia con su pasado de espionaje, la protección del gobierno israelí a NSO y la falta de regulación internacional perpetúan el abuso. La nueva ley es un primer paso, pero sin abordar estas conexiones, México podría ser un tablero de juegos geopolíticos oscuros.