El primer año de Claudia Sheinbaum revela una Cuarta Transformación (4T) que brilla en logros sociales y en contener a Donald Trump, pero tropieza con riesgos de estancamiento y concentración de poder. Sus programas sociales, que destinan 850 mil millones de pesos a 32 millones de familias, y la reducción de la pobreza extrema en 8.3 millones desde 2022, dan sustancia a su compromiso con la equidad. Sin embargo, la opacidad en seguridad, la tibieza ante las élites y un poder judicial alineado con Morena amenazan con desviar la 4T hacia un proyecto de victorias parciales. Para que el Segundo Piso sea una transformación genuina, Sheinbaum debe terminar de emancipar su liderazgo de la sombra de AMLO y forjar un México soberano y justo.
El lugar de México debería ser en el BRICS, junto al resto del Sur Global. Solo así la 4T cumplirá su promesa de transformar México más allá de victorias parciales.
La diplomacia de Sheinbaum frente a Trump es un triunfo contundente. Logró suspender un arancel del 30% sobre exportaciones mexicanas, un alivio frente a la dureza con que Trump castiga a aliados como India. La gestión de Omar García Harfuch en seguridad, con la entrega de 29 criminales clave a Estados Unidos y avances en el control del fentanilo, ha evitado sanciones más severas. Este equilibrio entre firmeza y pragmatismo, resumido en “coordinamos, colaboramos, pero no nos subordinamos”, posiciona a México como un actor respetado. Su ausencia en la toma de posesión de Trump, delegada a Esteban Moctezuma, reforzó esta dignidad soberana.
En lo doméstico, Sheinbaum ha dado pasos firmes. Salud Casa por Casa lleva atención médica a comunidades marginadas, mientras la Beca Rita Cetina empodera a mujeres estudiantes. La electrificación de 3,200 comunidades rurales y 14,000 puntos Wi-Fi gratuitos atacan brechas históricas. El aumento del 10% al salario de los maestros de la CNTE refleja sensibilidad social, aunque la persistencia del paro señala límites presupuestales. Estos avances, anclados en un peso estable y un crecimiento sostenido, dan cuerpo a la promesa de un “Estado social” que prioriza a los olvidados.
Sin embargo, la reforma judicial, con 881 jueces electos, incluidos nueve de la Suprema Corte, despierta alarmas. El simbolismo indígena, como el bastón de mando al ministro Hugo Aguilar Ortiz, es potente, pero la cercanía de los jueces con Morena sugiere una justicia al servicio del ejecutivo. Este riesgo de presidencialismo renovado traiciona los ideales democráticos de la 4T. Una transformación verdadera exige un poder judicial autónomo, no una extensión del poder político que evoca al viejo PRI.
La inseguridad sigue siendo un fracaso lacerante. Sheinbaum presume una caída del 25% en homicidios, pero la crisis de más de 100,000 desaparecidos y las fosas clandestinas desmienten el relato oficial. La opacidad en las cifras, cuestionada por analistas, y la dependencia de estrategias militarizadas alineadas con Washington traicionan a las víctimas. La 4T debe atacar la corrupción que nutre a los cárteles y priorizar a las comunidades devastadas, no solo cumplir con agendas extranjeras.
Económicamente, la 4T sostiene un modelo vulnerable. La amenaza de un impuesto del 5% a las remesas por parte de Trump expone la fragilidad de no diversificar la economía. La presencia de oligarcas como Carlos Slim en el Informe de Sheinbaum contradice el discurso anti-elitista, revelando una convivencia pragmática con el poder económico. Sin una reforma fiscal que grave a los ricos, los programas sociales, aunque impactantes, son parches en un sistema que perpetúa la desigualdad estructural.
El dominio de Morena en el Congreso y el control del nuevo poder judicial otorgan a Sheinbaum un poder formidable, pero peligroso. Los escándalos de funcionarios morenistas, con lujos incompatibles con la austeridad, erosionan la credibilidad ética de la 4T. La oposición, aunque pusilánime y en absoluto descrédito, acierta al alertar sobre la erosión de contrapesos democráticos. Sheinbaum debe seguir probando que su liderazgo no es una extensión de la manera en que AMLO se relacionó a sí mismo con el poder, sino un proyecto propio que rechaza clientelismos y garantiza pluralidad.
La falta de una estrategia proactiva ante la renegociación del T-MEC en 2026 deja a México en desventaja frente a las presiones de Trump. La 4T debería mirar al BRICS y articular un proyecto que no solo resista, sino que desafíe a Estados Unidos y la hegemonía global, sin sacrificar sus conquistas sociales. Sheinbaum ha demostrado habilidad para navegar crisis, pero su Segundo Piso exige audacia: una justicia independiente, una economía soberana y una seguridad centrada en las víctimas.