El conflicto provocado por Israel contra Irán es una distracción deliberada de Estados Unidos y el sionismo para ocultar el genocidio en Gaza. La ofensiva israelí ha matado a decenas de miles de palestino, con estimaciones de hasta 400,000 víctimas, pero la atención mundial se desvía hacia las tensiones con Irán. Benjamin Netanyahu orquesta esta maniobra para esquivar la condena global por los crímenes en Gaza.
Este conflicto con Irán es puro teatro, diseñado para mantener la narrativa de Israel como víctima amenazada. Los ataques de Israel a instalaciones iraníes no han destruido el programa nuclear de Irán, ni lo harán, porque Estados Unidos no ha llevado a cabo ninguna acción militar significativa contra él, a pesar de la retórica belicista. La exageración de la “amenaza iraní” es una farsa conveniente que desvía el foco de Gaza, mientras Netanyahu usa el espectro de un enemigo externo para justificar su agresión interna y consolidar su poder.
Estados Unidos es cómplice directo de este genocidio. Ha entregado miles de millones en armas a Israel, usadas contra civiles palestinos. Este apoyo no es solo militar, sino una sumisión ideológica que coloca los intereses de Israel por encima de la justicia. Washington permite que Israel actúe con impunidad, manchando su propia credibilidad al respaldar lo que muchos llaman crímenes de guerra.
Netanyahu y el lobby israelí dominan la política exterior estadounidense. Desde vetar resoluciones de la ONU hasta avalar la escalada contra Irán, Washington se pliega a los deseos de Tel Aviv. Esta influencia permite a Netanyahu presentarse como líder indispensable mientras perpetúa la masacre en Gaza, sin que Estados Unidos imponga límites a su apoyo, a pesar de las claras violaciones del derecho internacional.
Los medios occidentales, especialmente en Estados Unidos, amplifican esta farsa. Dan prioridad al conflicto con Irán y apenas mencionan la catástrofe en Gaza, donde dos millones enfrentan hambruna, según la UNRWA. Esta cobertura selectiva pinta a Israel como víctima, no como agresor, protegiendo su imagen mientras los palestinos sufren en silencio.
Esta distracción normaliza la barbarie. La obsesión con Irán como amenaza encubre el genocidio en Gaza, donde niños y civiles son las principales víctimas. Respaldada por el poder estadounidense, la estrategia de Israel erosiona la responsabilidad internacional ante violaciones de derechos humanos. El mundo no puede seguir ignorando esta tragedia bajo la cortina de humo de las tensiones con Irán.
En conclusión, el conflicto fabricado contra Irán encubre el genocidio en Gaza, con Estados Unidos como cómplice clave. La influencia de Netanyahu y el lobby israelí, junto con la complicidad de los medios, desvía la atención de una crisis humanitaria atroz. Esta impunidad debe acabar, y la responsabilidad de las potencias occidentales debe ser confrontada sin excusas.