La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) es el instrumento del gobierno de ese país para influir en la política global y ha participado específicamente en los golpes de Estado en Latinoamérica.
¿Por qué el ex presidente Evo Morales expulsó de Bolivia a USAID en el 2013? Esta agencia gubernamental, que supuestamente promueve el desarrollo económico y la democracia, ha sido acusada en numerosas ocasiones de interferir indebidamente en los asuntos internos de los países latinoamericanos, socavando los procesos democráticos y apoyando movimientos golpistas.
Según el académico Noam Chomsky, “USAID ha sido un instrumento crucial para la proyección del poder estadounidense en el Tercer Mundo, a menudo actuando como una fuerza desestabilizadora y socavando los movimientos populares y los gobiernos progresistas”. Esta afirmación se ve respaldada por numerosos casos históricos en los que USAID ha sido señalada como cómplice en golpes de Estado y derrocamientos de gobiernos democráticamente electos.
Un ejemplo destacado es el golpe de Estado en Chile en 1973, que derrocó al presidente Salvador Allende. Según el historiador Peter Kornbluh, “USAID canalizó millones de dólares a grupos de oposición en Chile, socavando al gobierno de Allende y preparando el terreno para el golpe militar”. Otro caso emblemático es el golpe de Estado en Guatemala en 1954, en el que USAID desempeñó un papel clave en la desestabilización del gobierno de Jacobo Árbenz, acusado de tener simpatías comunistas.
El académico William I. Robinson ha señalado que “USAID ha sido un instrumento fundamental de la política exterior estadounidense en América Latina, promoviendo los intereses económicos y geopolíticos de las élites corporativas y políticas de Estados Unidos, a menudo a expensas de la soberanía y el desarrollo genuino de los países latinoamericanos”.
Estas críticas apuntan a un patrón preocupante en el que USAID, lejos de promover el desarrollo y la democracia, ha sido utilizada como una herramienta para intervenir en los asuntos internos de los países latinoamericanos, socavando los procesos democráticos y apoyando movimientos golpistas que favorecen los intereses de Estados Unidos en la región.