El último especial de Netflix del forzado comediante, pero masivamente popular entrevistador, Joe Rogan, reitera su mediocridad bufa y establece el nuevo status trumpista.
Su poco ingeniosa crítica a los lugares comunes del wokeismo, a la vez que excusa su racismo y transfobia, resultan en una tediosa tortura de testosterona y blanquitud.
Contrario a su talento como comediante, su genuina curiosidad lo ha llevado a conversar con un universo de personajes que integran un pastiche de todo el espectro político, preponderantemente de la derecha conspiranóica y libertaria.
Su podcast en Spotify, The Joe Rogan Experience, ha adquirido más que protagonismo mediático; con la entrevista que le hizo al entonces candidato Donald Trump en octubre del 2024, que en tres días alcanzó casi 40 millones de vistas, se anticipó a convertirse en una voz tan o más influyente que el New York Times en la segunda vuelta del trumpismo.
En su podcast “The Joe Rogan Experience” ha entrevistado a perfiles dentro y fuera del mainstream cultural. Aparecer en el mismo se ha convertido en lo equivalente a estar con Johny Carson en la TV americana o Siempre en domingo en la TV mexicana.
También comparte sus opiniones sin filtro. Por ejemplo, en una entrevista dijo: “Creo que las personas trans no son mujeres biológicas”. Estas declaraciones provocaron indignación entre los defensores de los derechos transgénero. También ha expresado puntos de vista conservadores sobre temas raciales, afirmando en una ocasión: “No creo que Estados Unidos sea una nación racista”.
A pesar de la controversia, Rogan tiene una enorme base de fanáticos.